Cuando su mejor amiga se negó a creer que su marido la engañaba, Nancy estaba decidida a abrirle los ojos. Preparó una trampa infalible, pero a medida que se desarrollaba el plan, Nancy no estaba preparada para las explosivas consecuencias.

 

Muy bien, aquí Nancy. ¿Alguna vez has tenido esa amiga que lleva “gafas de color de rosa” más gruesas que una bola de discoteca? Sí, esa es Melissa. Víctor, el marido de Melissa, es la personificación de un lobo con piel de cordero. El marido perfecto por fuera, pero por dentro… bueno, digamos que su lealtad campa a sus anchas como un perro callejero…

Una pareja enamorada | Fuente: Unsplash

Desde hacía un año, los rumores sobre las pequeñas “actividades extraescolares” de Víctor se arremolinaban por la ciudad como plantas rodadoras en un desierto polvoriento.

Salidas a bares con “mujeres misteriosas”, “noches de trabajo” demasiado largas que acababan demasiado cerca del amanecer en aquel bar de karaoke de mala muerte de la calle Elm… todas las señales estaban ahí, brillantes como el neón.¿Pero Melissa? Bendita sea, se aferraba a la fantasía de su matrimonio “perfecto” como a una balsa salvavidas en un huracán.

Un hombre sosteniendo una rosa roja | Fuente: Pexels

Al principio, resultaba simpático. Ya sabes, algo así como “la ignorancia es felicidad”.

Pero ver a Melissa caminar sobre cáscaras de huevo alrededor de Víctor, poniendo excusas por el comportamiento sospechoso de él, empezó a irritarme. ¡La chica estaba prácticamente rogando que le rompieran el corazón!

Ya estaba bien.

Una mujer preocupada sentada en el sofá | Fuente: Freepik

Un martes por la noche, armado con una botella del vino más fuerte que pude encontrar y el corazón lleno de frustración, me dirigí a casa de Melissa. ¿Conoces esa sensación de que tienes que soltarlo todo, sin importar las consecuencias? Ahí es exactamente donde me encontraba.

Melissa abrió la puerta con una sonrisa radiante que vaciló en cuanto vio mi expresión tormentosa.

“Hola, Nancy”, dijo. “¿Qué te trae por aquí?”

Una mujer con una botella de vino en la mano | Fuente: Pexels

La empujé, con la botella de vino amenazando con volcarse en mi mano temblorosa. “Tenemos que hablar”, dije.

La sonrisa de Melissa desapareció por completo, sustituida por un destello de preocupación. Nos acomodamos en el sofá y me lancé a contar todos los rumores, las desapariciones sospechosas, el modo en que los ojos de Víctor se fijaban demasiado en otras mujeres.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *