La hija de un minero del carbón le prohíbe a su padre asistir a su fiesta de graduación porque piensa que está muy sucio. Él no le hace caso y usa el micrófono para revelar algo que la hace llorar y arrepentirse de sus palabras.
“Está bien, te llamo más tarde. Papá acaba de llegar”. Sabrina, de 18 años, se despidió de su amiga tan pronto como escuchó a su padre estacionar su camioneta en el garaje.
Pedro era un minero de carbón, y siempre lucía sucio y con olor a carbón y sudor. Sabrina siguió cambiando canales en la televisión, para no llamar su atención.

No quería que le preguntara sobre su graduación, porque no quería que él asistiera. Sentía vergüenza de su apariencia.
“¡Hola, cariño! Mira lo que tengo para ti”, dijo Pedro al entrar, en tono feliz.
Sabrina estaba gratamente sorprendida, pero intentó fingir indiferencia. No quería que su papá se le acercara mucho o tocara sus cosas con sus manos ennegrecidas.
Pedro hacía un gran esfuerzo por comprender a Sabrina, en especial desde que su madre no estaba. Así que le dio su espacio y dejó los dos paquetes sobre la mesa. “¡Espero que te encanten!”, le dijo.
Una vez que Sabrina vio que su papá no estaba a la vista, rápidamente abrió la caja y encontró un hermoso vestido adentro. Le encantó y comenzó a saltar de emoción. Luego abrió la otra caja y vio un costoso traje de hombre.
“Papá, gracias por el vestido. Pero, ¿para quién es el traje?”.
“¡Es para mí, cariño! ¡Tengo que lucir increíble! Es tu graduación”, dijo con un guiño
Sabrina frunció los labios con frustración. Tiró la caja y, con voz severa, dijo: “Papá, no quiero que vayas. Todos mis amigos y sus padres asistirán. No quiero que se rían de mí, ¿está bien?”.
Todo quedó en silencio. Pedro salió del baño, limpiándose la cara. Estaba impactado. Las palabras de su hija lo habían tomado por sorpresa.
“¿Qué estás diciendo?”, preguntó en voz baja.
“Papá, los padres de mis amigos son ricos y parecen celebridades. No quiero que estés parado entre ellos y luzcas como un desastre. Espero que lo entiendas”.

“No importa lo bien que te vistas, cualquiera puede adivinar fácilmente que eres un minero de carbón con solo mirar tu cara y manos manchadas. No quiero que se rían de mí. Por favor, no asistas a mi graduación”.
Pedro estaba muy dolido. Lo que más deseaba era asistir al evento.
“Pero gracias por el vestido. ¡Me encanta!”, dijo Sabrina. Luego fue a su habitación y cerró la puerta de golpe para probarse el vestido, dejando a su padre con algo más que angustia.
Pedro pensó que Sabrina era demasiado joven para comprender su amor por ella. “¡Todavía es una niña!”, se dijo en un intento por consolarse. Decidió que igual iría a la fiesta de graduación con la sorpresa que ya había planeado para ella.
Dos días después, el día de la graduación…
“Cariño, ¿quieres que te lleve a tu escuela?”, preguntó Pedro a su hija. Se veía tan bonita y él estaba tan orgulloso de que finalmente se graduara.
“¿Llevarme? No es necesario, papá. Mi amigo David vendrá a recogerme en su auto. No quiero estropear mi vestido en tu camioneta sucia”.
“¡Está bien! ¡Qué tengas un maravilloso día, cariño!”.
“Y papá, no vengas, ¿de acuerdo? Confío en que no lo harás. ¡Nos vemos!”.
Pedro esperó a que Sabrina se fuera para poder alistarse rápido y asistir al evento.

“¿Cómo puedo perderme un día tan importante en la vida de mi hija? ¡Tengo que estar allí!”, se dijo a sí mismo.
Momentos después, Pedro llegó al lugar y se sentó en el área de asientos para los padres. Vitoreó cuando los estudiantes fueron premiados. No podía esperar a ver a Sabrina obtener su diploma.
“¡Y a continuación llamamos a la señorita Sabrina Perales!”, anunció el maestro de ceremonias.
Pedro corrió al frente y comenzó a filmar a Sabrina mientras recibía su diploma. Él estaba feliz, pero su hija se enfureció cuando lo vio
“¡Felicitaciones!”, siguió gritando Pedro. “¡Estoy tan orgulloso de ti!”.
Pero Sabrina no sonrió ni reaccionó. Prefirió ignorarlo y unirse a sus amigos. No podía esperar a que terminara la ceremonia para reclamar a su padre por haber venido.
De repente, Sabrina oyó que el maestro de ceremonias decía: “Señor Perales, ¿puede acercarse al escenario?”. La chica no entendía qué pasaba cuando vio a su padre subir al podio.
“¿Por qué está llamando a mi papá al escenario? ¡Oh no! ¿Qué está pasando?”, se preguntó angustiada.