Kyle lleva semanas sin llamar, pero de repente quiere visitarnos el Día del Padre. Estoy de acuerdo, sabiendo que lo que busca son “me gusta”, no amor. ¿Qué es lo que no sabe? Nuestra hija hizo inocentemente una tarjeta que podría sacar a la luz la verdad, y estoy dejando que ocurra.
Desde que finalizamos nuestro divorcio, Kyle ha construido lo que sólo puedo describir como un santuario digital a su paternidad.

Su Instagram es un museo cuidadosamente conservado de tartas de cumpleaños de hace años, selfies con Emma de hace años y pies de foto que hacen que te duelan los dientes por su dulzura.
“Siempre orgulloso de ser tu papá”, publicó la semana pasada encima de una foto de Emma de su sexto cumpleaños.
Ahora tiene nueve.

Pero esto es lo que pasa con las redes sociales y la realidad. Mientras Kyle está ocupado coleccionando “me gusta” y emojis de ojos de corazón de desconocidos que creen que es el Padre del Año, ha eludido sus responsabilidades reales.
Lleva medio año sin enviar la pensión alimenticia y las visitas canceladas se acumulan como correo sin abrir.
Hace casi un mes que ni siquiera envía un mensaje de texto a Emma.

Ni siquiera un “qué tal el colegio” o “que duermas bien”. Nada.
He visto a mi hija mirar el teléfono después de cenar, esperando algo de él. Cualquier cosa. Ver cómo se le cae la cara cuando no hay nada… me rompe.
Entonces, como un reloj, unos días antes del Día del Padre, apareció un mensaje de Kyle en mi teléfono.

“Estoy pensando en pasar el domingo para ver a Emma por el Día del Padre”.
Me quedé mirando el mensaje durante un minuto. ¡Qué atrevimiento! ¿Seis meses de silencio radiofónico y luego aparecer como una especie de héroe navideño? Me tragué las ganas de arrojar el teléfono al otro lado de la habitación.
En lugar de eso, respondí: “Claro, ven a las tres”.

Sabía que tenía que preparar a Emma. Así que aquella noche me senté a su lado mientras hacía un puzzle y le dije con delicadeza: “Cariño, puede que venga tu papá el Día del Padre”.
“¿En serio?”, preguntó, cautelosamente esperanzada, pero se le quebró la voz al pronunciar la palabra.
Asentí y le pasé un mechón de pelo por detrás de la oreja. “Me mandó un mensaje. Dijo que quería verte”.