Cuando mi escuela anunció el baile de graduación, no estaba precisamente emocionada. No salía con nadie y, sinceramente, todo el asunto parecía un poco sobrevalorado.
Pero entonces miré a mi bisabuela, Alma, sentada en su sillón reclinable, viendo una vieja película en blanco y negro.
Se rio. “Cariño, en mis tiempos, a las chicas como yo no nos invitaban al baile de graduación”.
Eso se me quedó grabado. Había pasado por mucho: criar a cuatro hijos, perder a mi bisabuelo demasiado joven y, aun así, lograr ser la mujer más divertida y dura que conocía.
Así que tomé la decisión en ese mismo instante.
Iba a llevar a mi bisabuela al baile de graduación.
Al principio, pensó que bromeaba. “¿Qué me pondría?”, preguntó, arqueando una ceja.
“Algo fabuloso”, le dije.
Una semana después, ella tenía un vestido azul brillante y yo una corbata a juego. Cuando entramos al local, todas las miradas estaban puestas en nosotros.
Esperaba algunas miradas extrañas, quizás algunos susurros. En cambio, la gente empezó a aplaudir.
Mis amigos vitorearon. Incluso el director se secó una lágrima.
¿Y entonces? Alma se lanzó a la pista de baile.
O sea, se lanzó a la pista de baile de verdad. Dio vueltas, se rió, incluso se contoneó un poco al ritmo de una canción de Bruno Mars.
¿Pero la mejor parte?
A mitad de la noche, el DJ tomó el micrófono y anunció que la siguiente canción estaba dedicada a la “Reina del Baile”, ¡y era nada menos que la propia Alma! Todos estallaron en aplausos, y Alma estaba radiante de alegría.
Cuando empezó la música, era una vieja favorita que mi bisabuela había mencionado antes, de cuando era pequeña. La conocida melodía de “Always” de Ella Fitzgerald llenó la sala, y de repente, los ojos de Alma brillaron aún más.
“¿Me la cuentas?” Pregunté, curiosa por el significado de la canción.
“Ah”, suspiró alegremente. “Esta era mi canción con tu bisabuelo.
Solíamos bailarla en la sala”.
Cerró los ojos, absorta en lo que parecía un dulce recuerdo. Tomé su mano y bailamos lentamente, dejando espacio para que los viejos sueños y recuerdos fluyeran.
El resto de la multitud observaba en silencio, respetando este momento conmovedor, guardándolo en su memoria como un preciado recuerdo.